Mayalen
Este año he aprobado las oposiciones de secundaria después de años de interinidades deambulando por el mundo de los institutos de Andalucía. Hasta hace bien pocos días pensaba que era una “superprofe” enamorada de mi trabajo a pesar de los pesares que hoy día en la ESO son muchos. Creía que estaba en la vanguardia de la educación, ya que durante muchos años he probado todo tipo de métodos educativos, leído, investigado, hecho mil y un curso, y porque la verdad, los resultados con mis chicos/as de todos los centros por donde he pasado, después de un año de trabajo, han sido en muchos casos espectaculares.
A comienzos de este curso, por eso de aprobar las oposiciones, me llamaron del centro de profesores de Sevilla para participar en un grupo de trabajo: “noveles de plástica” (así nos han llamado), y como no iba a ser menos me apunte. Ingenua de mí. No sabía que toda mi magnífica estructura educativa iba a sufrir una verdadera revolución.
En el grupo de trabajo hemos hablado de muchas cosas, pero sobre todo estamos aprendiendo muchas otras. El gran descubrimiento, al menos para mí, ha sido darme cuenta que para estar a la última como educadora no vale acomodarse. Nos han hablado de cultura visual, de trabajo por proyectos, de un tal Fernando Hernández que es lo más en esto de la educación, de unas escuelas de Barcelona pioneras en esta nueva forma de entender la educación, etc...., si sois asiduos de esta revista supongo que ya sabéis de lo que hablo.
Durante el curso sobre cultura visual y las nuevas sesiones del grupo de trabajo he ido liberándome poco a poco de capas de incredulidad. En esos días hubo una frase de un ponente un tanto curiosa que fue un verdadero revulsivo para mí: “Cuando el profesor estrella se va, el alumno vuelve a su estado natural de pereza intelectual constante”... “hay que crear hábitos”. Aunque os parezca algo brutal, para mí fue la clave de todo. Durante los años de peregrinar por centros, una reflexión similar había sido como una espinita clavada. Después de tanto esfuerzo, proyectos, ilusiones ¿qué pasaría con mis “adiestrados” alumnos cuando yo me fuera?. Ciertamente durante el curso había conseguido muchas cosas, en muchos casos que la asignatura resurgiera de sus cenizas, pero ¿se acordarían de trabajar así el año siguiente?. ¿Vendría otra super profe como yo a tomar el relevo?... yo, yo, yo, el profesor siguiente,...¡CLARO!. ¡Si es que no se trata de ir de profesor estrella por la vida!. Algo no funcionaba en esa manera de plantearme los trabajos y ese algo me lo estaban ofertando con el trabajo por proyectos. Se trataba de cambiar conductas, de enseñar a aprender.
Ciertamente, no es que lo que había hecho hasta ahora no sirviera para nada, pero había que darle otra estructura.
Lo de partir de los intereses de los alumnos me sonaba a ciencia-ficción, y lo de esa frase tan manida de aprender a aprender a gloria celestial, pero me entusiasman los retos y rápidamente me puse manos a la obra.
¿Cómo?: pues con valor y entusiasmo sobre todo.
Y ¿por qué?: pues porque ¡qué importa que salga mejor o peor!. Había que empezar de nuevo.
Y en esas me encuentro. Realizando un proyecto en un curso de cuarto de Eso del IES Torre del Rey de Pilas en Sevilla. El proyecto de trabajo va sobre los problemas de los adolescentes con su imagen. Sus tabúes a la hora de mostrarse ante los demás, a la hora de aceptarse tal como son, la ignorancia frente a la influencia que los medios de comunicación juegan en la creación de su imaginario, la esclavitud ante las normas y estereotipos respecto a la imagen para sentirse aceptados, etc. En principio se planteó para trabajarlo durante el segundo trimestre, pero ha sido tan extenso que continuamos durante el tercer trimestre para poder terminarlo.
He preparado una presentación en Power Point para explicitar mejor como se ha ido desarrollando el trabajo, pero para concluir mi reflexión me gustaría destacar algo. Durante el proceso, largo, he tenido mis dudas sobre lo que hacía, me he sentido a veces perdida, a veces desencantada, y otras veces desbordada ya que no tenía la suficiente experiencia ni conocimientos en este tipo de proyectos. No podía evitar pensar en los resultados. ¡Me urgía ver resultados!. Pero cuando estaba al borde de claudicar al final del segundo trimestre, se me ocurrió hacer una especie de cuestionario que lo llamé “Balance Personal” que me podría servir de apoyo para evaluar tanto el proyecto como a los alumnos. Los resultados fueron para mí como una melodía de Vivaldi. ¡Increíble!, me gustaría que pudierais leer algunas de las respuestas de estos alumnos, pero lo más destacable sería contaros que realmente estos chicos y chicas están empezando a darse cuenta de que el proceso de aprender es algo personal y no impuesto. Que se aprende cuando se desea saber. Y que cuando se va descubriendo ese sentido los esfuerzos merecen la pena.
No se como acabará el curso, ni si repetiré el próximo año en este instituto, pero hoy esto ya no me crea tanta ansiedad como otros años, al menos con este grupo de cuarto porque creo que este año mis alumnos han adquirido algunos conocimientos que podrán extrapolar en otras circunstancias de su vida, y eso de verdad: ha merecido la pena.